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LOBOS EN LA NIEVE


 Desde que aprendió a ir en bicicleta, Juan era un enamorado de ellas. La sensación que experimentaba al recorrer las sinuosas carreteras de montaña mientras disfrutaba del paisaje para él no tenía precio.

Le faltaba un reto por cumplir con su bicicleta, este era subir a la parte más alta de una montaña nevada en invierno, concretamente en enero. La montaña era hermosa, pero también peligrosa. La nieve y el hielo hacían que la carretera fuera resbaladiza y peligrosa, la luz del día se desvanecería rápidamente, juan sabía que tenía que ser cuidadoso y estar alerta en todo momento a los posibles peligros. Mientras empezó a subir la empinada cuesta que tenía frente a él, se dio cuenta de que algo no estaba bien.
Tenía la extraña sensación de que alguien le estaba observando. Paro en un pequeño mirador que encontró en el camino para echar un vistazo, miro en todas direcciones y no vio a nadie, volvió a subir en su bicicleta, seguía teniendo la percepción de que alguien no dejaba de mirarlo. De repente, entre el silencio de la gran montaña, solo roto por el canto de los pájaros, se escuchó. ¡¡ Auuuuuuuuuuuuu!! Evidentemente, reconoció el aullido de un lobo.
Él sabía que los lobos eran comunes por esa zona, incluso alguna vez los había escuchado, pero nunca tan fuerte y la sensación de cercanía tan próxima, jamás la sintió tan cercana. ¡¡Auuuuuuuuuuuuuu!! Volvió a sonar el lastimero aullido del animal. Miro en todas direcciones, pero no vio ningún movimiento que le hiciera descubrir al lobo que estaba escuchando. Monto en su bicicleta y empezó a pedalear a un ritmo mucho más rápido que antes de escuchar el aullido por primera vez. ¡¡Auuuuuuuuuuuuuuuu!! Este último aullido le sonó tan cercano que la sensación de pánico se apoderó de él, el corazón parecía que se le saldría del pecho en cualquier momento, acelero todo lo que pudo para intentar alejarse del lugar. ¡¡Auuuuuuuuuuuuuuuuu!! El miedo cada vez que escuchaba el aullido iba en aumento. Sabía que algo o alguien estaba acechando en la oscuridad, pero no podía verlo, de vez en cuando giraba la cabeza para intentar ver si alguien le perseguía. Entonces, de repente, al mirar hacia el frente, se encontró con un lobo en el camino, mirando de forma amenazadora. El lobo lo miraba fijamente con sus ojos amarillos brillantes con venas rojas en sus pupilas. Juan se paró en seco sorprendido por la aparición, pasaron unos segundos mirándose mutuamente, el ciclista se percató de que otro lobo aparecía por la parte derecha del camino, para seguidamente otro aparecer por la parte izquierda, se dio cuenta de que estaba rodeado. Su intuición le decía que tenía que actuar rápidamente.
Con su bicicleta en la mano empezó a retroceder, los lobos no le quitaban ojo de encima, mientras le seguían con los colmillos afilados, pudiendo percibir la sensación de hambre que tenían en sus ojos, Juan empezó a temblar de miedo mientras seguía su retroceso sin quitarles ojo a los animales. En su intento de escapada marcha atrás. Juan se tambaleó y cayó al suelo. Los lobos continuaron su camino lentamente hacia él, desde el suelo todavía tendría menos opciones de escapar. Los animales estaban ya a menos de tres metros de él, Juan pudo observar como salivaban cuanto más cerca estaban de él, la saliva en la boca de los animales todavía les daba una sensación de mayor agresividad. El frío y la nieve en esos momentos no los sentía, los lobos tenían que notar el olor a miedo que estaba desprendiendo, su mirada los delataba, era cada vez más evidente de que su fin estaba cerca, uno de los lobos intento morderle unos de los zapatos, Juan cogió un puñado de pequeñas piedras del camino y se las lanzo todo lo fuerte que pudo. Eso hizo retroceder a los animales un metro, para a continuación volver a acercarse a su presa. El aliento de los animales ya lo podía notar en su cuerpo, el ciclista sabia que su fin estaba cerca, moriría en la montaña devorado por unos lobos hambrientos. Cuando cerro los ojos abandonando la lucha por la supervivencia, una luz acompañada de una fuerte sirena se acercaba, la luz y el sonido cada vez eran más fuertes.
Los lobos retrocedieron y huyeron en la frondosa arboleda que tenían a los lados del camino, ante la llegada de un coche patrulla de los guardabosques. Juan fue salvado de una muerte segura, la experiencia fue aterradora, aprendió que siempre hay que estar preparado para cualquier desenlace inesperado, a pesar del susto a Juan le seguía encantado disfrutar de la visión de la montaña cubierta de una densa capa de brillante nieve, con el fuerte contraste del azul del cielo, era su pasión.

LA HISTORIA DE JACK


 La historia de jack, es como la de muchas personas que están en la calle, algunos por su mala cabeza y otros por sucios asuntos acaban durmiendo en la calle, el caso de Jack era diferente, él tenía un buen trabajo, una esposa encantadora, su felicidad no era completa, no pudieron tener hijos.

Un día, al regresar del trabajo, le llamo la policía. —Señor Jack Pastor— —si soy yo, dígame— —su esposa tuvo un pequeño accidente y está en el hospital de su ciudad, acérquese tiene que firmar una autorización para una intervención quirúrgica— A Jack se le aceleró el corazón, con su automóvil llego al centro hospitalario. —buenos días mi esposa tuvo un accidente y la tienen que intervenir, podría hablar con el cirujano— —como se llama su mujer— —Diana Smith—- La recepcionista tecleó el nombre de la mujer, el informe era claro. —fallecida en accidente de tráfico— —un momento por favor en unos minutos llegará el cirujano, entre en esta sala—señalando una puerta cercana Jack entró en la sala donde encontró dos doctores sentados esperando. —su esposa falleció en el accidente— Justo en ese momento a Jack se le acabaron las ganas de vivir. Paso una temporada en casa sin salir, fue despedido del trabajo, el casero le rogó que se marchara, si no podía pagar el alquiler. Al día siguiente de hablar con el casero, cogió una mochila, algo de ropa y una foto de su fallecida esposa. Llevaba dos días caminando. Al salir de un pequeño pueblo, encontró un perro herido, el agua que llevaba le sirvió para curar las heridas. Con un trozo de su camisa le fabrico una venda para cubrir la maltrecha pata del animal. En su viaje, vivía en las calles de las ciudades, sobrevivía gracias a la caridad de la gente y a lo que podía encontrar en la basura. Pero Jack no se sintió infeliz, porque tenía un fiel compañero. Desde siempre había soñado con viajar por el mundo, ahora podía hacerlo, aunque desgraciadamente sin la compañía que él sonó. El camino no era fácil. A menudo, Jack y su perro tenían que dormir en el suelo, bajo las estrellas, y comer lo que podían encontrar. Pero Jack no se rindió. Viajaron por montañas, desiertos y selvas. Vieron ruinas antiguas y ciudades modernas, y conocieron a muchas personas diferentes. Algunos eran buenos y les daban comida y refugio, mientras que otros los ignoraban o los maltrataban. Pero Jack siempre tenía a su perro a su lado, y eso lo hacía todo más llevadero. El perro lo protegía de los peligros y lo animaba cuando se sentía triste. Finalmente, después de muchos meses de viajar, Jack y su perro llegaron a la costa. Allí, encontramos un pequeño pueblo pesquero, donde la gente era amable y acogedora. Jack pensó que ya había visto suficiente mundo y que quería quedarse allí por un tiempo. En el pueblo, Jack y su perro encontraron un hogar, y Jack comenzó a trabajar como pescador. Consiguió una pequeña barca a la que puso de nombre Diana en homenaje a su fallecida esposa. No tenía mucho dinero, pero tenía lo que necesitaba: un techo sobre su cabeza, comida en la mesa y la compañía de su perro. Un día salió de pesca con el cielo todavía oscuro, el sol tardaría unas horas en salir. Estaba muy alejado de la costa, cuando una lancha motora, los embistió, su pequeña barca acabo hecha pedazos, jack recibió un fuerte golpe en la cabeza que lo dejo inconsciente. El perro consiguió arrastrarlo hasta la orilla a pesar del peso, Jack se dio cuenta cuando despertó, tenía alguna pequeña herida en el cuello de los dientes del animal, junto a él estaba el perro sin vida, acabo agotado de arrastrar a su amo, no pudo sobrevivir. Jack enterró al perro en la parte alta de la montaña, para que pudiera mirar al horizonte cada día. La policía le confirmo que la lancha con la que chocaron eran narcotraficantes, pasaban la droga a esa hora habitualmente, para dejarla en la arena a sus compinches, —siempre son dos personas, uno en la lancha y otro en tierra— Jack, durante bastantes días, espero en la playa para encontrar a los autores de su accidente. Por culpa de ellos había perdido a su perro. Varias semanas después, al fin vio movimiento, una persona en una furgoneta, esperaba la llegada de la lancha, Jack no lo dudo ni un momento. Consiguió reducirlo y amordazarlo con las manos atadas a la espalda. Cuando llego la lancha fue más fácil, no se lo esperaba y también acabo atado con las manos a la espalda. Al día siguiente los habitantes del pueblo se encontraron una escena impactante, dos personas en el fondo del mar, bastante cerca de la orilla, atados a fardos de droga como peso para que no pudieran salir a respirar. Ha pasado mucho tiempo y todavía nadie sabe que sucedió aquella noche

LA MORGUE




 Faltaba poco para las navidades, concretamente era 23 de diciembre de 1987.

En la clínica Sagrada Familia, situada en la calle Torras y Pujalt, de Barcelona, sucedió esta historia que os voy a relatar. El frío de la noche calaba los huesos a los pocos transeúntes que se atrevían a estar en la calle. El equipo de médicos forenses trabajaba en la morgue de la clínica, capitaneado por el doctor Juan Hernández, un gran profesional que llevaba más de diez años en este trabajo. La sala estaba iluminada por unos veinte tubos fluorescentes de color pálido, una luz que no era precisamente lo más idóneo para los cuerpos que descansaban en las brillantes mesas de acero inoxidable. El intenso silencio solo era interrumpido por el metálico ruido de las herramientas chocando con el acero, a lo que se unía el ligero zumbido de los motores de las neveras. El doctor Juan Hernández estaba trabajando en un cuerpo que había sido recogido en un accidente de tráfico, sucedido en una población cercana de la costa. La víctima era un joven de unos veinticinco años, moreno de unos 180 centímetros de altura, cuyo cuerpo había sido destrozado por el impacto. El doctor Hernández estaba concentrado en la autopsia examinando las heridas y tomando los pertinentes apuntes para el informe forense que enviaría a la compañía de seguros y los familiares. Estaba tan ensimismado en el trabajo que no se dio cuenta de que sus compañeros ya se habían marchado y estaba él solo. De repente escucho un ruido extraño en el pasillo, al principio pensó que todo era fruto de su imaginación, pero no, el ruido continuaba y cada vez era más fuerte, se apartó del cuerpo que estaba examinando, pausadamente se dirigió a la puerta de la morgue, la abrió lentamente y comprobó personalmente que no había nadie en el pasillo de donde le pareció escuchar el metálico ruido, volvió al trabajo, pero también regreso el ruido, esta vez salió al pasillo y comprobó que nadie estaba en él, cuando se cercioró de ello volvió a su trabajo con el cuerpo del joven accidentado. Sin embargo, el ruido no ceso, era un ruido rítmico y al mismo tiempo sordo, como si alguien estuviera arrastrando algo pesado por el pasillo. Salió de la morgue y decidió investigar de donde provenía el dichoso ruido, nada, cuando salía al pasillo el ruido desaparecía también.no tenía miedo, pero sentía una cierta intranquilidad, regreso sobre sus pasos y otra vez el ruido persistía, fue entonces cuando se dio cuenta de que el ruido provenía de una de las neveras para cadáveres. Se acercó a la nevera y la abrió. Allí vio a su ocupante, se había movido de su sitio y realizaba movimientos para intentar salir al exterior de la nevera. Era la primera vez que el doctor Hernández sentía miedo en su trabajo, sus ojos vieron como el cadáver luchaba por salir. La delgadez de la figura contrastaba con la dureza de su mirada, tenía la mirada fría de la muerte. El doctor intentó volver a cerrar la puerta de la nevera, no podía, el cuerpo del interior, empujaba en sentido contrario e impedía que esta se cerrara de nuevo. Finalmente, consiguió apretar fuertemente la puerta a pesar de la fuerza que ejercía desde dentro el cadáver, para asegurarse que no podía abrirla, corrió hasta la otra parte de la sala el doctor, para coger una pesada silla de acero y con ella bloquear la nevera. Presa del terror, el doctor Hernández abandono a la carrera la sala, para llamar a la policía. —qué paso—pregunta el policía —mejor vengan y lo ven ustedes con sus ojos— Los dos policías marchaban justamente detrás del doctor, preocupados por la actitud de este. Cuando entraron en la sala de autopsias, todo parecía en orden, incluso la silla que el doctor puso para bloquear la nevera estaba en su lugar. Abrieron la nevera ante la insistencia del doctor, todo está correcto, el cadáver dentro de la nevera y sin ningún síntoma de haber tenido vida en muchos días. El doctor Hernández después de ese día dejo el trabajo y nunca más piso una morgue ni como visitante. A pesar de estar seguro de todo lo que vio, nunca se lo explico a nadie, para que; nadie le creería. Después del doctor Hernández, varios forenses que trabajaron en la misma sala, también dejaron el trabajo, sin explicar por qué lo hacían.

GAS TOXICO


 Como cada día el inspector jefe, Miguel Aranda, miraba y remiraba las fotos.

Juan Minguez, fontanero, fue encontrado muerto, en una de las salidas de la C-16, ¿qué hacía un fontanero en esa salida de la autopista que llega desde Puigcerdà hasta Barcelona?.no recibió ningún aviso desde su empresa, tenía que estar a las 8 en la central, pero no llego, hasta que apareció su cuerpo, Ricardo Garcia. Camarero fue encontrado en la A-2 en la entrada de Barcelona, su trabajo estaba situado en cerca de El Corte Inglés de plaza de Cataluña.no llego a abrir el local. Isabel Gómez, vendedora de muebles, encontrada en la AP-7 a su paso por Barcelona, tampoco llego a abrir la tienda de muebles en la calle Consejo de ciento Ferran Romero, trabajaba en TV3 como electricista, no llego a la grabación del programa que tenía asignado ese día, fue encontrado en la carretera de las aguas, cerca del Tibidabo. Ignacio Buenafuente, jubilado, su cuerpo se encontró cerca de Badalona. Lo más llamativo es que todos fueron asesinados con gas, alguien les obligo a inhalar gas tóxico hasta morir, después dejaba el cuerpo en un lugar diferente de Barcelona, claramente todos fueron cometidos por la misma persona, las cámaras de todos estos lugares fueron visionadas, siempre lo mismo el cuerpo aparecía en un lugar donde no llegaban las cámaras. Si miraron todos los coches que pasaban, los únicos que se repetían eran algunos taxis, mismo modelo, pero en ningún caso la matrícula coincidía, se comprobó que las matrículas fueran originales y efectivamente todo coincidía, pero alguien dejaba los cuerpos. ¿Quién puede ser el asesino? El policía no tenía sospechas de nadie, nada tenían en común los fallecidos, no tenían amigos comunes, no frecuentaban los mismos sitios, lo único que tenían en común era que el día que fueron asesinados su coche estaba en el taller mecánico por una avería. Todos los coches estuvieron en diferentes mecánicos, nada en común. El asunto le estaba quitando el sueño, nunca antes un asesino en serie le había desconcertado tanto, se le hizo muy tarde, como vivía solo desde que su mujer falleciera, no tenía prisa por salir de su oficina, al contrario, el tiempo que estaba le hacía olvidar sus penas personales. La una de la madrugada, se comió una chocolatina de la máquina y salió hacia su coche aparcado en un punto reservado para la policía. Su coche, un Renault Megane, gris, estaba limpio y brillante, las luces de la noche se reflejaban en la carrocería, se introdujo en su interior, abrochó el cinturón, intento arrancar, el motor no produjo ningún ruido, lo volvió a intentar y nada, el coche le fallo por primera vez en los ocho años que estaba con él, dedujo que sería la batería. Se bajó del vehículo para acercarse a la oficina para desde allí llamar una grúa de asistencia, una grúa se paró justo en ese momento delante de él, el conductor al ver que tenía problemas se ofreció para ayudarle. —le puedo ayudar en algo—pregunto el conductor de la grúa —precisamente ahora iba a llamar para que, me vinieran a remolcar el coche que se averió— —no hará falta yo mismo efectuaré los trámites con su compañía— —abra el capo—- —lo supuse es el alternador que le falla— —ahora mismo están todos los talleres cerrados, cojo los datos y mañana por la mañana se lo llevaremos al taller que usted nos diga— El policía le dio la dirección de su taller, agradeciéndole su ayuda. —quiere que le llame un taxi, para llevarle a su casa—pregunto el gruista —si fuera tan amable, se lo agradecería, no llevo móvil encima— —el taxi llegará en un par de minutos, tengo que seguir, no se preocupe que mañana recogeremos el coche— La grúa se marchó y quedo a la espera del taxi, no tardo ni los dos minutos que le comento el gruista. —buenas noches—comento el taxista —buenas noches— —donde le llevo— El policía dio su dirección. —calle de Aiguafreda 25, en horta— unos minutos después le llamo la atención al taxista —me parece que se está desviando de la ruta— —no se preocupe, el taxímetro está parado, es que hay cortes por accidente, de ahi que me tenga que desviar. El olor del interior del coche no era normal.
Intento bajar las ventanillas, misión imposible, estaban bloqueadas, no tenía fuerzas para nada, se estaba marchando de este mundo, miro hacia el conductor, lo que vio le asusto todavía más, el chofer tenía una máscara antigás puesta y un cristal bloqueaba el acceso a él. No pudo hacer nada, perdió el sentido, la vida se le marchó al inhalar un gas tóxico, su cuerpo lo encontraron en la carretera de Montjuic. Han pasado muchos años de ese suceso y todavía no se encontró el asesino en serie de esas personas.

ASESINO SUELTO


 


Hans es un hombre modelo, lo que se llama un triunfador, era subdirector de una importante multinacional, desde hace cuatro años tenía a Amanda como novia:una chica muy guapa y un físico muy agradecido, estaban realmente enamorados los dos, él estaba esperando un nuevo ascenso era una persona muy influyente en toda la organización de la empresa, tenía un futuro muy prometedor. Como todas las noches, al salir del trabajo, Hans, conducía su flamante Mercedes hasta la casa de su novia, lugar donde solían ver alguna película o serie y sobre todo hablar del futuro que les esperaba. Esa noche conducía distraídamente, mirando las luces de la carretera en dirección al barrio, donde le esperaba su amada, puso la radio para escuchar un poco de música mientras llegaba; sin embargo, lo que escucho fue la última parte de una noticia que explicaba que un peligroso preso se había escapado y estaba por esa zona la última vez que se le vio, lo único que no pudo escuchar era la descripción del fugado. Hans aceleró el coche, para llegar lo antes posible a casa de su novia, no le hacía gracia que estuviera sola con el fugado por las cercanías. Al llegar a la casa, se sintió más tranquilo, bajo del coche y se dirigió a la entrada, una vez dentro apago la luz de la sala donde se encontraba su novia, lo único que se podía ver era la claridad que entraba por la gran ventana, ese acto de dejar todo a oscuras sorprendió a su novia. —que haces porque apagas las luces cariño— —que te pasa estás resfriada, tu voz suena congestionada—pregunto Hans —es un poco de alergia, y tú por qué estás tan nervioso—pregunto ella —es que por la radio dijeron que un preso peligroso se escapó y está por esta zona, a oscuras no podrá ver si estamos en casa—- —a mí no me importa, ven y siéntate a mi lado, necesito que me abraces— —sí, Amanda, yo también necesito un abrazo tuyo— a oscuras y en silencio se acercó hasta donde estaba su amada, teniendo como aliado la oscuridad, aunque no podían verse ni los ojos, dieron rienda suelta a su pasión, fueron dos largas horas de besos y caricias continuadas, al acariciar la parte trasera de la cabeza de ella, él notaba humedad, —será agua pensó él— Pasada media hora larga, se estaban quedando dormidos en el sofá, un ruido en la habitación sobresalto a Hans. Era como si alguien estuviera en la habitación del final del pasillo. —Amanda, Amanda despierta, creo que hay alguien en la habitación— —si cariño tengo mucho miedo—contesto ella —Iré a ver que pasa, tu toma este cuchillo que tenías en la mesa— —no vallas puede ser peligroso— —no te preocupes, tú no sueltes el cuchillo y llama a la policía, por el teléfono que hay encima de la mesa— —no vallas es peligroso, quédate conmigo—suplico Amanda Hans estaba decidido a defender a su novia, pudo ver su silueta en la oscuridad, con un cuchillo en la mano, y el auricular del teléfono en la otra. Los ruidos cada vez eran menos intensos- Se acercó lentamente a la puerta y abrió poco apoco, para no producir ningún ruido, la luz de la ventana le dejaba ver todos los papeles y ropas que estaban esparcidas por el suelo, avanzó poco a poco y un ligero tropezón le hizo mirar hacia el suelo. Lo que vio fue lo más aterrador que nunca antes había visto. En el suelo estaba el cuerpo de su novia Amanda, con múltiples pinchazos de un cuchillo, lo más sorprendente el asesino había recortado su cara con un cuchillo, mientras estuvo moribunda y las fuerzas le acompañaron, producía ruidos para alertar a Hans. Justo en ese momento recordó que sus manos todavía estaban húmedas de acariciar a su amada, se las miro y vio que era sangre, sangre del rostro de su novia. Unos pasos detrás de él le saco de sus pensamientos. Se giró y pudo ver la cara de desequilibrada de esa mujer, que sostenía la cara de Amanda en una mano. La cara que utilizo para engañarlo en la oscuridad, en la otra el cuchillo que el mismo le dejo, si hubiera podido escuchar la noticia entera por la radio, se habría enterado de que el preso fugado, en realidad, era una mujer, no un hombre como él dio por supuesto. Por supuesto, la policía ya no vendría. Esa noche Hans fallo en todo, no tenía que haber apagado las luces, tampoco tenía que dejar el cuchillo en las manos de su amada. Solo pudo mirar con horror a la presa asesina, mientras ella lo miraba con ojos de satisfacción, con la cara ensangrentada de su víctima, dando muestras de su enajenación mental fuera de lo común. —Hans, pase unas horas maravillosas a tu lado, tus besos, tus caricias, todo era maravilloso, te avise que no vinieras a la habitación, que era peligroso, muy peligroso para ti— Dos cadáveres fueron encontrados en aquel domicilio, a día de hoy todavía no se sabe el paradero de la presa que se fugó de la cárcel—

CRISTALES ROTOS


 Jacinta es una mujer de mediana edad, unos 45 años, se casó en su juventud cuando tenía apenas 18 años, su primera hija nació con un síndrome extraño, la muerte le sucedió cuando apenas tenía ocho años, la madre entro en una profunda depresión, a pesar de ser esperado el desenlace, que solo fue superado con un nuevo embarazo.

Nueve meses después nacieron las gemelas, Ana y Rosa, dos hermosas niñas que le hicieron olvidad a la pequeña que perdió, nacieron con una salud de hierro, el miedo de los padres de que le sucediera lo mismo siempre estaba presente. Los padres sobreprotegian a las niñas, nunca las dejaban solas, siempre vigilándolas. —niñas no salgáis a la calle solas— —cuidado a la hora del patio como jugáis que no os ganan daño— Siempre avisándoles de cualquier peligro, el miedo los tenía aterrorizados, no querían perder a sus hijas. A la edad de siete años, sucedió lo inevitable, después de una discusión entre hermanos, una de ellas tiro un objeto hacia la ventana, como consecuencia rotura del cristal. Los padres se asustaron al escuchar el ruido, al entrar en la habitación quedaron horrorizados, el cristal se derrumbó sobre las dos hermanas, estaban desangradas por completo, fueron pocos minutos pero los suficientes para fallecer. El entierro fue multitudinario, todos los vecinos les apoyaron en el difícil trance de despedir a sus dos hijas, era demasiado doloroso, los fantasmas de su anterior hija volvían a sus cabezas. El dolor era tan grande que apenas lo único que hacían era respirar, después de una visita al psicólogo, este les animo a que se volvieran a quedar embarazados, les ayudaría a sobreponerse al dolor que les estaba matando- Siguiendo los consejos del psicólogo a los dos meses Jacinta volvió a quedar embarazada, pasaron los meses, llegado el día del parto, esperaban con impaciencia, no sabían de qué sexo eran la criatura. Fue algo inesperado, nacieron dos preciosas niñas, cada día que pasaba el parecido con las fallecidas era mayor. Tenían los mismos rasgos, hacían los mismos gestos, eran idénticas, lógicamente el miedo a perderlas otra vez era más grande, casi nunca las dejaban solas jugando, el recuerdo de las anteriores les producía desasosiego. Trece de noviembre, fue otro día para no olvidar, las gemelas estaban jugando solas, y......................... volvió a suceder. Un fuerte golpe en los cristales hacía presagiar otra desgracia, los padres acudieron corriendo hacia la habitación. Las dos niñas estaban cerca de una pared, alejadas de los cristales rotos. —Quedaros quietas, hay no os acerquéis—comento la madre —Estáis bien—pregunto el padre —sí, ya nos desangramos una vez, no nos volverá a suceder—respondieron las niñas Los padres se miraron y el corazón parecía que se les saldría del pecho. ¿Por qué dijeron ese comentario? ¿Existe la reencarnación?

EL SEMAFORO

  En la ciudad de Kiruma, un sitio donde las luces de neón brillaban por las noches como destellos anticipando un nuevo día, justo en el cen...