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EL PASILLO 7


 La mayoría de las personas cree que los hospitales son lugares de ciencia, donde todo funciona siguiendo rutinas y métodos estrictos. Pero quienes han pasado noches enteras en uno saben que, cuando el reloj marca las tres de la mañana, las paredes y los pasillos comienzan a susurrar otro tipo de historias, aquellas que nunca aparecen en los informes clínicos.

En el hospital donde ocurrió este relato, esas historias empezaron a circular a comienzos de otoño. Todas coincidían en lo mismo: una figura pálida, silenciosa y errante que podía verse vagando por los pasillos, como si buscara algo… o a alguien.

La primera en hablar del fantasma de los pasillos fue una paciente llamada Teresa, ingresada por una neumonía que se complicaba. Era una mujer de carácter fuerte y muchos años vividos. Una madrugada despertó gritando.

La enfermera de guardia llegó corriendo a la habitación.

—¿Señora Teresa, está bien? —preguntó mientras encendía una de las luces.

La mujer respiraba agitadamente, con los ojos muy abiertos.

—Aquí… aquí hay alguien —balbuceó—. Entró sin hacer ruido, pasó junto a mi cama. Era un hombre flaco, muy blanco… y no tenía sombra.

La enfermera intentó calmarla. No era raro que pacientes con fiebre alta sufrieran alucinaciones, pero Teresa insistía.

—No estoy delirando, enfermera. Estaba despierta. Ese hombre… atravesó la pared.

Aunque registró lo ocurrido, la enfermera lo atribuyó al estado de la paciente. Sin embargo, varias noches después, empezaron a oírse más testimonios sobre el fantasma del hospital.

Los siguientes en vivir incidentes fueron los celadores, especialmente Óscar, un joven que apenas llevaba dos semanas trabajando allí.

A las dos cuarenta y cinco de la madrugada, Óscar empujaba una camilla vacía por el pasillo 7, el más antiguo del edificio, cuando escuchó el chirriar de otra camilla detrás de él. Se detuvo, extrañado: nadie más debía estar en esa zona. Al girarse vio una camilla avanzando sola. El miedo le heló la sangre.

—¿Quién está ahí? —preguntó con un hilo de voz.

La camilla se detuvo de golpe. Luego las ruedas comenzaron a retroceder, como si alguien invisible tirara de ella, alejándola lentamente. Óscar sintió un escalofrío recorrerle la columna.

A lo lejos, en el fondo del pasillo, creyó distinguir una silueta borrosa, alta y delgada. Fueron solo unos segundos: parpadeó dos veces y la figura ya no estaba.

Esa misma noche presentó su renuncia, aunque desde entonces no pudo evitar volver una y otra vez al pasillo en sus sueños, siempre acompañado del metálico chirriar de unas ruedas que se acercaban.

El personal médico tampoco tardó en verse afectado. La doctora Elisabeth, jefa de planta, era una mujer pragmática, incapaz de creer en fantasmas… hasta que algo ocurrió en la sala de reuniones.

Revisaba historiales en plena madrugada cuando notó un brusco descenso de temperatura. Primero pensó en el aire acondicionado, pero la sensación continuó hasta helarle las manos. Entonces oyó pasos. No pasos normales: era como si alguien arrastrara los pies, sin fuerza para levantarlos.

Los pasos se detuvieron justo detrás de ella. Elisabeth se giró lentamente. No había nadie.

—Estoy trabajando demasiado —murmuró.

Volvió a fijarse en los documentos cuando algo en el monitor llamó su atención: el reflejo de un rostro pálido, con los ojos hundidos, mirándola fijamente a través de la pantalla.

Se volvió de inmediato, pero no había nadie. Cuando miró de nuevo el monitor, el reflejo también había desaparecido.

Desde ese día revisó los historiales con otra actitud. Entre los nombres antiguos encontró uno que comenzaba a repetirse una y otra vez en su cabeza: “Ezequiel Paz — fallecido en 1998 — paro cardiorrespiratorio.”
Un paciente que, casualmente, había muerto en el pasillo 7.

Los rumores crecieron. Los pacientes pedían dejar luces encendidas por la noche, y las enfermeras hacían las rondas de dos en dos. Pero el terror se volvió real cuando la auxiliar Marina desapareció.

Aquella madrugada le tocaba la ronda en el pasillo 7. Lo último que se supo de ella fue una breve comunicación por radio:

—Escucho a alguien aquí… quizás haya algún paciente caminando. Voy hacia la sala de… —la señal se cortó de golpe.

CONTINUARÁ

EL PASILLO 7

 La mayoría de las personas cree que los hospitales son lugares de ciencia, donde todo funciona siguiendo rutinas y métodos estrictos. Pero ...