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MI PRIMER VIAJE EN " EL CATALAN" (II )


 La hora de la comida es sagrada. Salieron las fiambreras con cantidad de viandas: lomo de orza, choricitos en aceite, morcillas y cualquier cosa que saliera de la matanza del cerdo.

Como me acuerdo de las matanzas, siempre sufría por el pobre animal, viendo cómo lo mataban en vivo (aunque me daba mucha pena, sí comía lo que salía de él). El sabor del pan es algo que añoro; hay cosas que siempre te vienen a la mente, y esa es una de ellas.

Como mencioné antes, el paisaje de Andalucía desde el tren es impresionante, pero llegado un punto me daba miedo. Sí, me daba miedo. Cualquiera que haya ido a Andalucía en aquellos tiempos sabe de qué hablo: Despeñaperros. Ver esas montañas recortadas para que pase la vía del tren, y un poco más arriba una estrecha carretera. Cuando se cruzaban dos coches era un peligro constante, ¡imaginen con camiones o autobuses! Un sinfín de curvas peligrosas sin quitamiedos ni nada en la carretera.

Mientras los mayores recogían las fiambreras y demás, yo me dediqué a mirar por el pasillo a unos niños de mi edad que correteaban arriba y abajo. Los niños conectamos todavía más rápido que los adultos. En unos minutos ya éramos amigos. Después de muchos años, uno de ellos y yo hemos quedado para comer; sí, forjamos una amistad duradera. Él vive, o vivía, en Sabadell, aunque hace tiempo que no sé de él.

Después de un tiempo, llegamos a la parada de Alcázar de San Juan. Este era un nudo ferroviario muy importante en su tiempo; casi todos los trenes que pasaban por esta estación cambiaban las locomotoras aquí. La parada muchas veces sobrepasaba la hora, y muchos viajeros bajaban para estirar las piernas y tomar un café en el bar de la estación.

—¡Viajeros al tren! —volvía a gritar el jefe de estación con su gorra y una especie de bandera que levantaba con su mano izquierda.

Como en otras estaciones, muchos pasajeros accedían al tren en marcha. Algunos pasajeros dormían sobre las maletas en los pasillos. En los vagones también, la mayoría dormía. Nosotros, los niños, jugábamos por los pasillos, sin miedo a nada ni a nadie.

Ya habían pasado varias horas desde la salida de Alcázar. La próxima parada importante era Albacete. Me sorprendió mucho, una vez en Albacete, la cantidad de personas que, con un cajón delante, al estilo de las cigarreras de los cabarets, ofrecían:

—¡Navajas de Albacete, las auténticas!

Nosotros, los niños, nos quedamos mirando aquellas navajas. La verdad es que todas eran preciosas. Los mayores cogían la más grande, probándolas con las hogazas de pan para comprobar que cortaban bien. Ahora comprendo por qué tantos subían; casi todos compraban para ellos y para regalar a la familia.

—¡Viajeros al tren!

En todas las estaciones la misma musiquita, y siempre lo mismo: unos suben en marcha y los vendedores bajan en marcha. Un espectáculo que veíamos a través de las ventanas, subidos sobre el radiador de la calefacción.

El contraste del paisaje andaluz con el de La Mancha es como la noche y el día, una gran diferencia. El tren avanzaba imparable hacia Valencia, nuestra nueva parada importante.

Desconozco el motivo, pero cuando empezamos a entrar en la provincia de Valencia el tren aminoró la marcha muchísimo. Yo desconocía por qué, pero mirando por la ventana lo descubrí: los hombres más ágiles bajaban del tren en marcha para acercarse a los naranjos, recogían raudamente todas las naranjas que podían y volvían al tren. Todos los pasajeros comían naranjas valencianas ese día. Según escuché en una charla de mayores, era algo habitual. Los maquinistas, cuando tenían que acelerar nuevamente, daban tres pitidos largos para que todos subieran a bordo.

Al parar en Valencia, lo mismo que en Albacete: subían muchos vendedores con naranjas. Desafortunadamente, no vendían casi nada; todos estaban empachados de naranjas.

Larga parada en Valencia, nuevo cambio de máquina y emprender la ruta nuevamente hacia Barcelona. Varias horas después de salir de Valencia se empieza a ver el paisaje costero del Mediterráneo. Muchos de los pasajeros abrían las ventanas para poder oler el aroma fresco del mar y aspirar la brisa salada que llegaba al tren.

Conforme nos acercamos a Barcelona, la emoción a bordo era palpable. Grandes y chicos estaban excitados y nerviosos; nadie se acordaba del cansancio ya. Los adultos empiezan a preparar las maletas. Hay prisa por bajar y explorar nuestro destino. Una vez se detiene el tren, los pasajeros se despiden con sonrisas y abrazos fraternales; ya son como de la familia. Algunos se marchaban a Sabadell, otros a Gerona, otros al Maresme. Incluso algunos se quedaron en Tarragona.

Los más pequeños habíamos vivido una experiencia inolvidable, llena de momentos inesperados y sorpresivos. Teníamos una parte más de la familia, porque después del viaje junto a nuestros compañeros de viaje, los considerábamos parte de nuestra familia.

MI PRIMER VIAJE EN" EL CATALÁN” ( I )

Nos dirigimos hacia la estación con los nervios palpables en mi interior. Será mi primer viaje largo en tren, bueno, en realidad, mi primer viaje en tren en general. Cuando diviso los arcos de la estación, los nervios se intensifican. Un nuevo mundo me espera; me siento como Colón, a punto de descubrir un nuevo continente. La estación está desierta, a excepción del jefe de estación y algunos trabajadores más. Dejamos las maletas cerca de una de las puertas de salida. Todavía falta casi una hora para que llegue el tren, sin contar el tradicional retraso. Siempre me ha gustado el olor de las estaciones; es característico y todas huelen igual.

El reloj avanza lentamente y los nervios aumentan exponencialmente. Mentalmente me despido de mi tierra y de la estación de Linares-Baeza. Para aquellos que no conocen Linares, fue una ciudad muy importante en Andalucía a principios del siglo XX, especialmente en términos industriales. Tenía cinco estaciones de tren: la estación de Madrid, la estación de la Zarzuela, la estación de Almería, la estación de Vadollano y la estación de Linares-Baeza. Además, tenía un tranvía urbano y un ferrocarril de vía estrecha para dar soporte a las minas, ya que Linares también era una ciudad minera. ¿Quién no conoce los míticos coches Land Rover Santana, también fabricados en Linares?

Ya falta menos de un cuarto de hora para que llegue el tren. No estoy seguro de si sobreviviré a los nervios. Otra pareja se une a la espera en el andén y un poco más tarde, otro hombre con su maleta de cartón piedra se une a nosotros. Mi madre se acerca y acariciando mi pelo me pregunta: —¿Estás nervioso, verdad? —Yo, ¿nervioso? ¿Por qué? (Una mentira para sentirme más hombre). —No te preocupes, enseguida llega el tren.

El jefe de estación se acerca al grupo para informarnos de algo: —El tren trae una demora de 30 minutos debido a una avería, ya solucionada.

Las palabras del jefe de estación me tranquilizan. No tengo que subir todavía al tren. Creo que en ese momento no quería dejar mi tierra. Un niño de 10 años que está empezando a vivir no sabe realmente lo que quiere.

El reloj avanza imparable hacia la hora marcada para la llegada. Observo a las demás personas, sobre todo a los hombres, todos con pantalones y chaqueta de pana. Ahora me río, pensando que éramos como Paco Martínez Soria en las películas, aunque no llevábamos boina.

Se escucha el silbato del tren. Nos avisan que no tengamos prisa en subir, hay una parada prevista de cuarenta minutos para terminar de solucionar la avería. Con el tiempo me enteré de que a los trenes que subían en dirección a Barcelona se les llamaba "el Catalán", y cuando bajaban hacia Andalucía les llamaban "el Malagueño", el "Granaino" o "El Sevillano", dependiendo de la parada final.

Ya se acerca el tren, su color verde oscuro me impresiona aún más. Las ventanas con cristales un poco sucios y su marco dorado. Ese era nuestro tren, tal como anunció el jefe de estación, una parada de más de treinta minutos. Finalmente se escucha la palabra mágica: —¡Viajeros al tren!

Muchas personas que aprovecharon para estirar las piernas vuelven a sus asientos en los pequeños compartimentos de ocho personas.

—Buenos días tengan ustedes —se expresa mi padre. —Buenos días, familia —contestan al unísono todos los del vagón. —¿Hacia dónde van ustedes? —pregunta nuevamente mi padre. —A Cataluña. Dicen que hay mucho trabajo. —Es verdad. Nosotros estuvimos dos veranos y nos ganábamos la vida. Alquilábamos una habitación y trabajábamos los dos. Este año hemos decidido quedarnos todo el año a ver si podemos salir adelante —explica mi padre. —Dios le oiga, buen hombre.

Empieza el característico ruido del arranque del tren. Varias personas todavía están en el andén apurando sus cigarrillos, sin mostrar nerviosismo alguno, sabiendo que tienen tiempo de sobra para subir al tren. Colocamos los bultos donde podemos, bajo los asientos o en la parte de encima de la puerta, y más o menos estamos bien situados, no hay muchas maletas a pesar de ser ocho ocupantes.

Los primeros kilómetros son para conocernos. Pasadas las dos primeras horas, prácticamente ya conocemos todo lo relacionado con las familias. El hambre empieza a hacer estragos entre los ocupantes del compartimento número 22, ese era nuestro número, una puerta nos separa del pasillo.

—Billetes por favor —bocifera el revisor con su gorra de plato (parecía un militar).

Uno a uno, les fueron entregados todos los billetes. Cuando comprobó que todo era correcto, los devolvía a sus propietarios. Cuando viajabas en estos trenes, el paisaje andaluz te enamoraba aún más. Los reflejos del sol en los viejos raíles te guiaban hacia un destino que nunca sabías cómo sería. La mayoría viajaba por primera vez. Tengo que decir que escuchar las historias que contaban algunos de los presentes sobre viajes anteriores me dejaban bastante fascinado.

—Hace dos años, en este mismo tren, llegamos a Barcelona a la hora en punto —comentó el más viejo del vagón. —Pues qué suerte —contestó el que estaba a su lado. —Sí, a la hora en punto, con 24 horas de retraso —las risas se escucharon en los vagones de ambos lados.

Como mencioné anteriormente, el hambre comenzaba a afectar a todos. Aparecieron las fiambreras, el pan y otras viandas.

La semana que viene continuaremos con Mi primer viaje en “El Catalán”.

 

PLUTON


 En un pequeño pueblo perdido entre las laderas de varias montañas, vivía un hombre solitario conocido por el sobrenombre de "El Perrero".

Era conocido por su habilidad para adiestrar perros, nadie mejor que él,era lo que llaman el número 1.

Desde muy joven tenía una conexión especial con todos los perros, podía entender sus ladridos como si fueran palabras, se comunicaba con ellos de una manera asombrosa.

Él no quería comentar con nadie ese don que tenía, por miedo a ser considerado como un loco por los demás habitantes del pueblo.

"El Perrero" vivía con su can más fiel, un pastor alemán llamado Plutón. A diferencia de los otros perros que adiestraba, Plutón parecía ser un perro rebelde y desafiante.

"El Perrero" siempre lo observaba con desconfianza y notaba una fuerte tensión entre ellos. Plutón no parecía dispuesto a obedecer y en más de una ocasión intentó morder a su amo. A pesar de los desafíos que surgían con Plutón, el hombre continuaba con su labor de adiestramiento con la pasión que siempre ponía en su trabajo.

Siempre era solicitado por los lugareños para resolver problemas con sus animales de compañía y siempre lograba unos resultados sorprendentes.

Una fría mañana, cuando caían los primeros copos de nieve, "El Perrero" salía de su casa temprano para empezar su jornada de entrenamiento con los perros. Al abrir la puerta se encontró a Plutón tendido en el suelo, temblando de frío y apenas respirando. El adiestrador se apresuró a socorrerlo, envolviéndolo en mantas y acercándolo al fuego del interior de la casa.

Durante tres días se dedicó exclusivamente a cuidar de Plutón con esmero, sin dejar ni un momento que se quedara solo.

Poco a poco el perro empezó a recuperarse, pero algo había cambiado en el can. Desde ese día su actitud hacia "El Perrero" fue diferente, ya no mostraba rebeldía ni intentaba agredirlo con sus dientes, todo lo contrario, era una mezcla de gratitud y respeto.

El hombre, acostumbrado a trabajar con perros difíciles, se preguntaba qué había provocado ese repentino cambio. Decidió investigar recurriendo a su don para entender los ladridos de los perros, entonces descubrió la auténtica verdad.

Durante un tiempo en una vida anterior, él había sido una persona que maltrataba a los perros y Plutón era una de sus víctimas. "El Perrero" sintió culpa y remordimiento al comprender la razón del comportamiento del perro hacia él.

Desde ese día intentó demostrar al can que había cambiado, que ya no era el hombre cruel que en su día lo maltrató.

Con mucha paciencia y cariño logró ganarse la confianza del pastor alemán, que finalmente lo aceptó como líder. Juntos formaron un gran equipo, ayudando a otros perros.

Todos los habitantes del pueblo y otros de los alrededores estaban asombrados de la conexión entre el hombre y el perro, nadie pensó que detrás de esa unión había muchas cosas en común en otra vida.

Una mañana en primavera, cuando las flores silvestres brotan dando un toque de alegría al paisaje, Plutón no se levantó.

Estaba acurrucado junto a los pies de la cama de su amo, dejó este mundo en silencio mientras dormía.

"El Perrero" se sintió tan afectado que nunca más quiso entrenar a ningún perro.

En sus oraciones siempre un recuerdo para Plutón, y unas palabras finales: "Dios, haz que me reúna con él nuevamente".

FOTOGRAFIAS MORTALES


El espeso aire de aquel atardecer hacía difícil la respiración; se podía ver cómo una densa neblina salía del fondo del bosque. Alberto era un apasionado fotógrafo de paisajes naturales. Le encantaba adentrarse en el corazón de los bosques que solía frecuentar, siempre buscando la toma perfecta, continuamente buscando el ángulo perfecto para plasmarlo en una fotografía. Nunca faltaba su cámara en la mano y su mochila cargada con todos los utensilios necesarios para el día, siempre ajeno a lo que le esperaba ese día.

Había algo que le quitaba el sueño últimamente, algo que sucedía en las últimas fotografías tomadas. Siempre aparecía una persona y, sorprendentemente, pasados dos días de la instantánea, la persona fallecía. Al principio pensó que era casualidad, pero al ver que se repetía en todas las fotos tomadas, empezó a asustarse. A pesar de su intranquilidad, no podía dejar de seguir con su pasión, encontrar la toma perfecta. Su amor por la fotografía de paisajes apartaba cualquier síntoma de superstición.

Una tarde, mientras buscaba la composición perfecta en un claro del bosque, su cámara captó una imagen de una figura solitaria entre los árboles. El corazón de Alberto se aceleró al verla, pero antes de poder reaccionar, la figura desapareció entre la maleza del bosque. Intrigado y preocupado por la visión, revisó el visor de su cámara; la figura apenas era un borrón en la instantánea.

Estaba preocupado por lo sucedido. Volvió a su casa y comenzó a visualizar todas las fotografías en sus archivos. No tardó en descubrir, con horror, que todas las personas que salían en sus retratos, todos absolutamente todos, habían fallecido de forma trágica en accidentes o también de forma misteriosa.

Con el corazón totalmente desbocado, Alberto decidió tomar una última fotografía. Esta sería la definitiva, la que aclararía todo lo sucedido en sus últimas fotos. Se introdujo en el bosque, decidido a enfrentarse a lo desconocido. La noche empezaba a caer sobre el frondoso bosque, justo en ese momento, Alberto descubrió el lugar perfecto para esa instantánea. La plateada luna sería testigo de este evento, se creó una atmósfera de misterio y expectación. Las manos temblorosas ajustaron los parámetros de su cámara, enfocando el objetivo hacia sí mismo. Estaba preparado para tomar su propia imagen.

El obturador hizo clic, la imagen quedó grabada en la memoria de su cámara. Cuando Alberto revisó la fotografía, su corazón se quedó helado en su pecho. En la imagen no estaba solo, justo detrás de él, entre las sombras del bosque, se podía ver una figura oscura, con unos ojos que parecían arder de forma sobrenatural. El terror se apoderó de Alberto, él era el fotógrafo, pero también la próxima víctima.

Con un nudo en la garganta, se dio cuenta de que había desafiado las fuerzas del más allá y ahora debía enfrentarse a las consecuencias. Estaba decidido a no caer sin defenderse hasta el fin. Emprendió una veloz carrera hacia la civilización, un lugar habitado donde defenderse, aunque en el fondo sabía que no podía escapar de su destino. La sombra de la foto le seguía por todas las esquinas, recordándole mentalmente que su fin estaba cerca. Durante unas horas, Alberto se enfrentó a su destino con resignación. Sabía que no podía escapar, pero se negaba a rendirse. Miró por última vez el horizonte y cerró los ojos, esperando el final.

De esta manera, en el silencio del amanecer, la sombra se abalanzó sobre él, arropándolo en un abrazo frío que lo arrastró hacia la oscuridad eterna. La última fotografía quedó como recuerdo en su cámara, una imagen que quedó congelada en el tiempo justo antes de su desaparición de esta tierra.

Cuentan las personas que visitan el bosque que se escucha el clic de una cámara de fotos continuamente.

EL SEMAFORO


 En la ciudad de Kiruma, un sitio donde las luces de neón brillaban por las noches como destellos anticipando un nuevo día, justo en el centro de la ciudad, en el cruce de las calles Oak y Elm, se encuentra enclavado un semáforo particular. A primera vista, parece un semáforo normal y corriente. Durante el día, su presencia pasa desapercibida entre el bullicio del tráfico. Sin embargo, cuando la oscuridad se cierne sobre la ciudad, ocurre una increíble transformación en este cruce de calles.

A medianoche, cuando las calles quedan desiertas y el silencio solo es interrumpido por el murmullo del viento, el semáforo cobra vida. Sus luces parpadean con una intensidad siniestra, como si fueran ojos observando desde las sombras. Ya no regula el tráfico; ahora se dedica a cometer robos. Sus principales objetivos son los comercios más cercanos. Con movimientos precisos, manipula la luz para desactivar los sistemas de alarma que la mayoría de las tiendas tienen. Se desliza por las sombras como una más, sus intenciones puramente dedicadas a sembrar el terror en una ciudad que lo ignora. Los robos son meticulosamente ejecutados, dejando a la policía perpleja y a los comerciantes completamente aterrorizados. La misma historia se repite todos los días: las tiendas saqueadas y sin rastro de los ladrones. Las leyendas urbanas que se tejen alrededor de estos sucesos alimentan un clima de miedo y paranoia. Los habitantes comienzan a evitar el cruce de calles de Oak y Elm por temor a encontrarse con los delincuentes. Sin embargo, la historia da un giro inesperado cuando el detective Gustav comienza a investigar los robos. Este hombre está obsesionado con descifrar el enigma de los robos y sigue los destellos del semáforo. Su inteligencia le hace dudar de que lo que está viendo sea real. Antes de que pueda detenerlo, el semáforo desaparece, dejando a la ciudad sumida en un desconcierto aún mayor. Las noches se vuelven más inquietantes y la desaparición del semáforo crea un clima de inseguridad aún mayor. Un año después, el semáforo vuelve a aparecer. Nadie sabe cómo llegó nuevamente al lugar. Sus propósitos ahora son diferentes; esta vez, deja señales para la policía con el fin de identificar a los delincuentes que actúan por las noches. Su colaboración resulta crucial para detener a numerosos ladrones durante las frías noches de Kiruma. A pesar de las ayudas que proporciona, los habitantes de la ciudad miran al semáforo con total desconfianza y un poco de temor. Con el tiempo, la gente se acostumbra al semáforo que ayuda a la policía. Como todo en la vida, llega un final. El semáforo ha sido testigo de innumerables fechorías, algunas veces buenas y otras malas. Y como dije, todo tiene un final. Los técnicos del ayuntamiento realizaron con esmero su trabajo. Tornillo a tornillo, desmontaron el aparato. Algunos juran que vieron caer lágrimas de las tres luces. El nuevo semáforo era más moderno y tecnológicamente más eficaz. Su cuerpo metálico fue retirado y montado en un camión. El viaje no fue muy largo, apenas más de media hora. Llegaron a un lugar donde otros operarios lo bajaron del vehículo e introdujeron en un lugar que parecía caliente. Una vez cerrada la puerta, los grados del horno fueron aumentando mientras el semáforo se derretía en su interior. Los trabajadores del horno no sabían de dónde provenían los gritos; después de todo, solo era un semáforo, no podía hablar. Cuando sacaron los restos de la fundición, entre ellos pudieron ver un trozo en forma de corazón que no se destruyó. El corazón es indestructible.

AMNESIA AMAZÓNICA


El grandioso Amazonas se extendía ante sus ojos, un océano de tonalidades verdes en todas sus variantes. Una vez dentro, solo había una melodía: la de los cantos de las aves. Su cabeza giraba en todas direcciones, intentando absorber en su mente todo lo que podía ver. El aire que respiraba era pesado y húmedo, como si entre el suelo y la copa de los árboles existiera un océano invisible. Entre los sonidos de todo tipo de animales, aumentados por el crujir de sus pies al pisar las hojas caídas de los árboles, comenzaba la historia de un hombre, Pedro, en busca de un pasado perdido. Después de muchos años con amnesia temporal, provocada por las fuertes fiebres que sufrió en su juventud, los recuerdos comenzaron a surgir en su mente. Una mañana, después de despertar temprano, recordaba un fragmento de lo que consideraba un sueño, aunque poco después se dio cuenta de que no era un sueño, sino un recuerdo que había regresado de repente. No podía apartar de su mente la voz de su padre que le contaba una historia sobre oro y la peligrosa selva amazónica. Cada día recordaba un poco más de esas charlas con su padre. “—Hijo, en un lugar que te explicaré más adelante, encontrarás una fortuna en oro. Esa será mi herencia para ti”, le decía su padre. Luego recordó cómo su padre le guiaba mentalmente a través de unos oscuros túneles en las profundidades de la selva más grande del mundo. A la mente de Pedro llegaban imágenes fragmentadas de un hombre que desafiaba la oscuridad y el peligro en busca de riquezas en las profundidades de la tierra menos explorada del mundo. Su padre era su héroe, y después de tanto tiempo olvidado, los recuerdos comenzaban a aflorar. Recordaba la lucha que su padre tuvo que enfrentar contra la codicia y la traición de sus propios compañeros. Pedro recordaba cómo muchas noches las pasaba en vela esperando el regreso de su padre, para que le contara las historias de peligros que vivía cada día. Las cicatrices en el cuerpo de su padre eran testigos silenciosos de la lucha diaria en las profundidades de la tierra. Su padre había sobrevivido a derrumbes, inundaciones y la peor lucha, que era contra sus propios compañeros que intentaban robarle su pequeña fortuna. Pedro recordaba con lágrimas en los ojos la historia que le contó su padre, cómo una noche había escapado de un intento de asesinato perpetrado por los mismos que intentaban robarle. Intentaron silenciarlo para siempre, pero su padre logró escapar de la casa en llamas para poder contarle a su hijo algún día dónde estaba su fortuna. Con el tiempo, ya en una edad avanzada, el padre de Pedro regresó a su país con las manos vacías y la maleta rota, pero con el conocimiento de dónde había escondido toda su fortuna. Le explicó a Pedro con señales concisas dónde podría encontrar el fruto de su trabajo. Este fue su último legado, aunque Pedro en ese momento no era consciente de nada, ya que la amnesia lo tenía en un limbo mental. Ahora, con los recuerdos fluyendo, Pedro estaba adentrándose en la selva que tantas veces había visto en televisión, en busca de algo que no sabía si existía, aunque su corazón le decía que sí. Cada paso que daba hacia el interior de esa selva hacía que el misterio olvidado por tanto tiempo pareciera al alcance finalmente. Los rascacielos de árboles impedían ver el sol, pero las indicaciones de su padre lo acercaban cada vez más. Los días se convirtieron en semanas, y parecía que en cualquier momento cesaría en su absurda búsqueda. Finalmente, un día entre la espesura de la maleza, encontró lo que buscaba: la entrada a la mina. La soledad de la mina hacía resonar los pasos de Pedro como si fueran tambores, y su corazón parecía un instrumento de percusión. No sintió miedo en ningún momento, desde el más allá sabía que su padre estaba con él. En un momento de la búsqueda, se detuvo a pensar en la cantidad de historias que podrían contar esas paredes. Fue entonces cuando Pedro pudo divisar lo que tanto buscaba: un tesoro escondido entre capas de tierra y piedras, esperando ser encontrado por el hijo del minero que tanto tiempo sufrió de amnesia. Con el tesoro en sus manos, por fin pudo regresar también a su país. Aunque en el fondo de su corazón sabía que estaba haciendo lo que su padre quería. Con el oro, pudo construir una residencia para las personas mayores del pueblo. Todos en el lugar conocían la historia de un minero que acumuló una fortuna para dejársela a su hijo amnésico, quien recuperó sus recuerdos en el momento oportuno.

SIEMPRE JUNTOS


 Los dos eran conocidos en el pueblo, lo que se llama instituciones, hasta los críos que jugaban a pelota en la plaza los reconocían, ellos eran; Montse y Alfredo

Desde bien pequeños se conocían, eran compañeros de risas y travesuras, fácilmente se les podía ver en el parque de los columpios, compartían secretos y exploraban el mundo juntos. —mira Alfredo, esta mañana paseando por la playa me encontré esta bonita concha en la arena— —Es muy bonita Montse, la guardaremos como un tesoro de nuestra amistad--- Conversaciones como esta eran habituales entre los dos, lo que tenía que pasar, paso, entre risas y tardes de aventuras, creció el amor entre los dos. Con el paso de los años su amistad se transformó en un vínculo más profundo y especial que resistió el paso de los años. La amistad se convirtió en un amor puro y verdadero. —¿crees que estaremos siempre juntos, Alfredo?--- —sí, Montse, nada podrá sepáranos— Nunca podrán olvidar aquella tarde dorada, bajo el roble donde tantas veces habían jugado de niños, Alfredo se arrodilló y le pidió a Montse que fuera su esposa, con lágrimas en los ojos, ella aceptó, sabía desde ese momento que nunca estaría sola, mientras estuviera Alfredo a su lado. La boda fue una celebración para todo el pueblo, todos eran felices, porque los conocían a los dos desde chavales. Construyeron una vida juntos, pasados unos años, la casa sintió la alegría de la llegada de los hijos, hasta cuatro hijos tuvieron, vieron crecer a nietos y también bisnietos, que llenaron sus días de alegría, la felicidad era total en aquel hogar. Desgraciadamente, el tiempo no perdona y la salud de Montse comenzó a flaquear, a pesar de todos los esfuerzos médicos y la total atención de Alfredo, llego lo que nadie quería, Montse dejaba este mundo, en silencio como siempre había sido ella, y con ella se llevó un trozo del corazón de Alfredo. El dolor de la perdida fue abrumador para él, durante un año entero se llenó de un vacío insostenible, sus lágrimas era la compañía que tenía a diario. Cada día extrañaba más a Montse, echaba de menos su amor, su sonrisa y su presencia que le daba vida. En el aniversario de la partida de ella, las fuerzas le fallaban a Alfredo, sintió que ya no podía soportar el peso de la soledad. Se tumbó en la cama, lugar donde tan buenos momentos pasaron juntos, cogió la concha que un día recogió ella de la arena del mar. Cerro los ojos y lentamente se marchó hacia donde estaba su amor Montse. Cuando se encontraron en el más allá, fue un encuentro de amor, al fin encontrarían la paz que tanto deseaban. En la eternidad, Montse y Alfredo se abrazaron con fuerza, prometiéndose amor eterno nuevamente, solo que esta vez el dolor y la tristeza no podían alcanzarlos en aquel lugar, en ese sitio de luz y sombras, nunca más se separaron, porque su amor era superior a la muerte. P.D. Dedicado a todas esas parejas que pasan sus vidas juntos

MASAJE SALVADOR


 Esta historia ocurre en el precioso pueblo de Cadaqués, en la costa brava, un bello pueblo junto al mar Mediterráneo, sus empedradas calles contrastan con la blancura de sus casas y el intenso azul de sus puertas y ventanas.

En este paradisiaco lugar vivía Nani, su trabajo: masajista Pero no era una simple masajista, tenía un don especial, el cual había heredado de su abuela, podía sanar a las personas con sus manos, era reconocida en todas las poblaciones cercanas, solían venir de, Tossa de mar, Begur, y muchas otras poblaciones a poner sus cuerpos en manos de la masajista, la cara de los pacientes a la entrada y la salida reflejaba la mejoría después de pasar por ella. Muchos acudían a ella como si fuera una de las antiguas curanderas que solían encontrar por la zona, pero no, ella solo curaba a través de los masajes con sus manos. La vida de Nani, cambio bruscamente un frío día de invierno con una fuerte tramontana de fondo, mientras cerraba su consultorio, una banda de ladrones la embosco, arrastrándola hacia la oscuridad de los rincones de las frías calles, lucho fuertemente, pero un golpe en la cabeza la dejo inconsciente, llevándola lejos del lugar. Cuando Nani recobro el conocimiento, se encontró en una vieja casa, rodeada por frondosos pinos, podía escuchar de ruido de fondo el mar, claramente se encontraba cerca de un acantilado, la banda la secuestro para que curara todos los golpes que recibían sus miembros en sus fechorías, día a día Nani veía como su espíritu se rompía, en cambio, su poder sanador continuaba intacto. Entre todos los casos que tuvo que sanar en su cautiverio, estaba el de Jordi, este chico fue fuertemente golpeado en una pelea con una banda rival, el cuerpo le quedo lleno de moratones con un dolor prácticamente insostenible. Jordi apenas se podía mover, pasados unos días de la paliza, Nani empezó las sesiones de masaje en el maltrecho cuerpo. El proceso fue agotador y angustiante, Nani en ningún momento dudo de que el joven Jordi, se recuperaría, la energía sanadora de la masajista, luchaba contra el veneno de violencia y odio que dejaron al joven al borde de la muerte. Cuando estaba a punto de acabar Nani, una de las últimas sesiones, Jordi la cogió de las manos, apretándolas fuertemente, dándole las gracias por su trabajo. —gracias por salvarme la vida— —sabes que lo hago obligada, tus amigos me tienen secuestrada— —te ayudaré a escapar, como agradecimiento por tu ayuda--- Una oscura noche, Jordi entro donde dormía Nani, pidiéndole silencio, le susurro que le acompañara. Caminaron media hora y al llegar a una carretera, el secuestrador le dijo lo que tenía que hacer. —sigue recto por la carretera, cuando llegues al primer pueblo pides ayuda, explica a la policía donde estamos, yo no quiero seguir en esta vida, pero la única forma de salir vivo es detenido o muerto— —porque no escapas tú conmigo— —me seguirían y una vez me encontrarán, me matarían— Nani camino tambaleante hacia el pueblo, una vez en él hizo todo como le advirtió su captor. Una vez detenidos todos los integrantes de la banda, por fin pudo volver a Cadaqués, caminaba despacio mirando todos los lugares donde vivió, se paró justo frente al restaurant Nord Est, desde el interior el chef de cocina Gabriel la miraba sorprendido, todo el mundo la daba por muerta, hacía mucho tiempo que desapareció, tímidamente el jefe de cocina levanto la mano para saludarla, Nani esbozo una sonrisa, se acordaban todavía de ella, la noticia corrió como la pólvora, todo el mundo quería estar cerca de ella para escuchar su increíble historia, con lágrimas en los ojos, Nani repetía lo sucedido a todos los que querían saludarla y darle un fuerte abrazo, la gente escuchaba en silencio horrorizada por todo lo sucedido, todos y cada uno de ellos, proferían palabras sobre su inmensa fuerza para sobrevivir. Con el tiempo Nani volvió a practicar el arte del masaje, demostrando a todo el mundo que siempre hay luz al final del túnel

LA ODONTOLOGA


 La ciudad era tranquila, nunca sucedió ningún acto violento, dentro de los negocios que tenían en el lugar, uno destacaba por encima de los demás, la clínica dental de la doctora, Maria Hernández, la clínica era conocida no solo por su impecable reputación, también era conocida por la paz y tranquilidad que sentía todo el mundo cuando la visitaba; sin embargo, detrás de las puertas de la clínica había un secreto que solo la doctora conocía.

El secreto era algo aterrador que sucedía cuando la doctora se quedaba a solas con su paciente y empezaba la extracción dental que necesitaba el paciente. La doctora tenía un don aterrador; robar el alma del paciente a través de la extracción dental, este don lo descubrió un día de forma casual. El día del descubrimiento, mientras realizaba una extracción complicada, sacando la muela con raíz incluida, una energía oscura acompañada de una pequeña neblina que fluía desde el paciente hacia ella, haciéndola sentir un poder incontrolable. A partir de ese día cada trabajo de la doctora acababa con el robo del alma del paciente. Un día bastante tarde se presentó en la clínica un nuevo paciente, Jesús. Jesús era un hombre nervioso, con auténtico pavor y terror a los dentistas, la doctora Maria intento calmarle en el trayecto desde la recepción hasta el sillón dental, ella sabía que esté sería un trabajo muy diferente. Mientras empezaba el trabajo, Maria, empezó a notar como la energía que se acumulaba en la pieza dental, saldría como un torrente en el momento que ella ejecutara su protocolo para la extracción, una sensación de inquietud se apoderó de ella mientras hurgaba en la boca de Jesús. Finalmente, llegaba la hora de la verdad, Maria agarro fuerte la muela con los alicates de trabajo, esta vez todo fue diferente, mientras retiraba la pieza, una profunda oscuridad se apoderó de la sala, acompañada de un desgarrador grito que rompió el silencio de la tarde noche. Jesús, con los ojos fuera de órbita y una palidez mortal en su rostro, señalo con su dedo índice, acusadoramente a la doctora Maria. — Me has robado el alma—grito el paciente, con una voz aterradora llena de miedo La doctora asustada por el cariz que tomaban los acontecimientos, retrocedió asombrada por la reacción del paciente. Mientras la oscuridad se apoderaba de la sala, la doctora se preparaba para la batalla final. Las almas de los pacientes anteriores comenzaron a materializarse a su alrededor, eran figuras etéreas con rostros deformados por el dolor y la ira que sufrieron en el momento de su muerte del más allá, las voces de los fantasmas llenaron el aire de la habitación con lamentos y acusaciones sobre la doctora. Las voces de los espíritus clamaban justicia por haber sido despojados de su identidad. Maria se encontraba en el centro de la espiral de espectros que le rodeaba, mientras luchaba por mantener la cordura, aunque la oscuridad que la rodeaba la estaba consumiendo. Si cedía en su lucha acabaría siendo tragada por la oscuridad que había desatado con su acción. Con decisión la doctora invoco el poder que poseía por las almas que consiguió en su trabajo, algunas de almas intentaban defenderla, mientras otras intentaban atacarla para acabar con ella, cada golpe que recibían sus defensores, la doctora se daba cuenta de que su fuerza disminuía, pero se negaba a ceder ante sus atacantes. De repente entre todas las apariciones un alma enfurecida intentaba acabar con ella, era el alma de Jesús, sus ojos brillaban con una fuerte intensidad, la más fuerte de todas y la más decidida a destrozar a la doctora, su voz sonó entre todos. —tu poder no es nada comparado con el nuestro---grito el alma de Jesús —has desatado una fuerza que no puedes parar y ahora se volverá en tu contra, ja, ja, ja---resonó las palabras del espíritu La doctora temblaba ante las amenazas del alma de Jesús, pero no podía ceder o acabaría muerta. Con todas sus fuerzas la doctora ataco enfurecidamente el espectro de Jesús, el golpe que recibió fue de tal magnitud que un destello de luz ilumino la sala, las almas que estaban todavía en ella se dispersaron volviendo a las tinieblas de donde no tenían que haber salido. Cuando la luz desapareció, la sala de la clínica dental quedo en silencio, la doctora Maria estaba exhausta en el suelo pero viva. Se incorporó poco a poco apoyándose en una de las paredes, estaba sola, pero ella ya sabia que la lucha estaba lejos de haber acabado.

SOLO DE SAXO




 Las ruidosas calles de la ciudad, donde los letreros luminosos no dejaban de parpadear al ritmo de la música, que se escuchaban en la mayoría de locales, las notas musicales fluían como un río continuo.

En este lugar era fácil encontrar a Enzo. Enzo era conocido por ser un virtuoso entre los amantes del Jazz, sus improvisaciones eran esperadas por todos en sus actuaciones, su habilidad con el saxo, le supuso estar en la cima de los músicos en ese género, sin embargo, dentro de su reconocimiento había un pequeño problema; su obsesión por la perfección. Desde su más tierna juventud, la música fue su escape personal en un mundo lleno de caos y luchas. Criado en una familia de grandes músicos, Enzo aprendió a amar el jazz.su padre era un pianista consumado, lo solía acompañar a clubs nocturnos de jazz, donde las notas se fusionaban con el ruido ambiental. En uno de ellos es donde Enzo se enamoró del sonido del saxo, escuchaba fascinado como los músicos improvisaban aquellas melodías, que resultaban hermosas y únicas, desde ese instante supo que quería dedicarse a la música. Con el tiempo Enzo se convirtió en un saxofonista experimentado, su facilidad para la improvisación y el conocimiento de la teoría musical, le hacía destacar sobre los demás músicos. Gracias a su habilidad con el saxo, fue reclutado en la banda de Jazz más conocida de la región donde vivía. Mientras más tocaba, más le entraba la obsesión de la perfección musical, cada una de las notas que salían de su saxo, tenía que ser perfecta, diariamente pasaba horas enteras en su estudio perfeccionando cada una de ellas. Cuanto más se esforzaba, más se enfadaba consigo mismo, cada error, cada fallo en la emisión de una nota era un tormento, creándole una gran sensación de ansiedad y frustración. Aunque lo que verdaderamente le atormentaba era el miedo al fracaso, tenía miedo de que alguna vez no fuera capaz de superar la anterior actuación, era tan grande su obsesión que no se daba cuenta de que su salud mental corría peligro. Tan grande era sus ganas de perfección, que empezó a afectar sus relaciones personales, sus choques con sus alumnos y colegas cada vez eran más frecuentes, hundiéndose cada vez más en la soledad: Solos él y su saxo, rodeados de las bellas melodías que conseguían emitir. Después de un enfrentamiento con uno de sus alumnos, tomo la decisión; retirarse temporalmente de la música y buscar ayuda profesional a sus problemas. Encontró un lugar para retirarse aislado en la parte alta de una montaña, antiguamente fue un monasterio, donde el único sonido que podían oír era el canto de los pájaros, al principio pensó en marcharse y afrontar en soledad sus miedos, pasaron los días y se fue dando cuenta que verdaderamente necesitaba estar en aquel lugar. Los residentes del centro eran una veintena, todos luchando contra sus miedos y demonios internos. Empezó a conocer a algunos de ellos, se encontraban en los paseos por los jardines, intercambiaban algunas palabras, con el tiempo su afinidad con uno de ellos fue más grande, este hombre era Francisco. Francisco era mayor, llevaba en el centro más de diez años, Enzo descubrió que era un hombre inteligente y sabio, se sentía muy a gusto junto a él, le contó por qué estaba en el centro y porque no quería salir; tenía miedo al exterior, por eso seguía en el centro. Las palabras de Francisco le hicieron ver a Enzo que no estaba solo en su lucha, que fuera de allí había gente que le esperaba. Con el tiempo Enzo empezó a sentirse bien consigo mismo, aprendió a aceptar sus imperfecciones. Un día un músico visito el centro, era un saxofonista retirado que quería deleitar a los internos con sus melodías, cuando Enzo escucho el sonido del saxo, las lágrimas le resbalaban por sus mejillas. —puedes dejarme tocar el saxo, por favor—pidió Enzo —¿crees que sabrás?—pregunto el músico desconociendo la historia de Enzo —si alguna melodía conseguiré sacar del instrumento— Cuando sonaron los primeros acordes, todo quedo en silencio, nadie quería perderse ni una nota. Cuando acabo la jornada festiva, Enzo tomo una decisión. Estaba preparado para abandonar el centro y enfrentarse de nuevo al exterior, Francisco le dio el último impulso. —sal, sal y comete el mundo con sus imperfecciones, demuéstrales a todo el mundo quién eres, si no lo haces, ahora te pasará como a mí, otro día ya será tarde y no podrás salir, sal ya—acabo la frase con un ligero empujón El día que finalmente salió, el sol brillaba y el aire fresco de la primavera le acariciaba su cara. Cuando llego a su ciudad la primera parada que realizo fue al local donde solía tocar antes de su ingreso, mientras caminaba por las calles sintió emoción y nostalgia de los viejos tiempos. Dos semanas después, el cartel anunciador era claro. “”“”Estreno de los nuevos temas de Enzo“”“” Ese día fue un éxito, arropado por sus viejos camaradas y acompañado por sus alumnos, entre todos los asistentes una persona no se perdía detalle de todo lo que sucedía, esa persona era Francisco que decidió también salir a luchar con la realidad. P.D.: Relato dedicado a juan Carlos Narzequian, un referente entre los músicos en Calella y alma mater de la creación de “Café jazz” en Calella en el 25 aniversario, Gracias Juan Carlos

MI PRIMER VIAJE EN " EL CATALAN" (II )

  La hora de la comida es sagrada. Salieron las fiambreras con cantidad de viandas: lomo de orza, choricitos en aceite, morcillas y cualquie...