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LA ODONTOLOGA


 La ciudad era tranquila, nunca sucedió ningún acto violento, dentro de los negocios que tenían en el lugar, uno destacaba por encima de los demás, la clínica dental de la doctora, Maria Hernández, la clínica era conocida no solo por su impecable reputación, también era conocida por la paz y tranquilidad que sentía todo el mundo cuando la visitaba; sin embargo, detrás de las puertas de la clínica había un secreto que solo la doctora conocía.

El secreto era algo aterrador que sucedía cuando la doctora se quedaba a solas con su paciente y empezaba la extracción dental que necesitaba el paciente. La doctora tenía un don aterrador; robar el alma del paciente a través de la extracción dental, este don lo descubrió un día de forma casual. El día del descubrimiento, mientras realizaba una extracción complicada, sacando la muela con raíz incluida, una energía oscura acompañada de una pequeña neblina que fluía desde el paciente hacia ella, haciéndola sentir un poder incontrolable. A partir de ese día cada trabajo de la doctora acababa con el robo del alma del paciente. Un día bastante tarde se presentó en la clínica un nuevo paciente, Jesús. Jesús era un hombre nervioso, con auténtico pavor y terror a los dentistas, la doctora Maria intento calmarle en el trayecto desde la recepción hasta el sillón dental, ella sabía que esté sería un trabajo muy diferente. Mientras empezaba el trabajo, Maria, empezó a notar como la energía que se acumulaba en la pieza dental, saldría como un torrente en el momento que ella ejecutara su protocolo para la extracción, una sensación de inquietud se apoderó de ella mientras hurgaba en la boca de Jesús. Finalmente, llegaba la hora de la verdad, Maria agarro fuerte la muela con los alicates de trabajo, esta vez todo fue diferente, mientras retiraba la pieza, una profunda oscuridad se apoderó de la sala, acompañada de un desgarrador grito que rompió el silencio de la tarde noche. Jesús, con los ojos fuera de órbita y una palidez mortal en su rostro, señalo con su dedo índice, acusadoramente a la doctora Maria. — Me has robado el alma—grito el paciente, con una voz aterradora llena de miedo La doctora asustada por el cariz que tomaban los acontecimientos, retrocedió asombrada por la reacción del paciente. Mientras la oscuridad se apoderaba de la sala, la doctora se preparaba para la batalla final. Las almas de los pacientes anteriores comenzaron a materializarse a su alrededor, eran figuras etéreas con rostros deformados por el dolor y la ira que sufrieron en el momento de su muerte del más allá, las voces de los fantasmas llenaron el aire de la habitación con lamentos y acusaciones sobre la doctora. Las voces de los espíritus clamaban justicia por haber sido despojados de su identidad. Maria se encontraba en el centro de la espiral de espectros que le rodeaba, mientras luchaba por mantener la cordura, aunque la oscuridad que la rodeaba la estaba consumiendo. Si cedía en su lucha acabaría siendo tragada por la oscuridad que había desatado con su acción. Con decisión la doctora invoco el poder que poseía por las almas que consiguió en su trabajo, algunas de almas intentaban defenderla, mientras otras intentaban atacarla para acabar con ella, cada golpe que recibían sus defensores, la doctora se daba cuenta de que su fuerza disminuía, pero se negaba a ceder ante sus atacantes. De repente entre todas las apariciones un alma enfurecida intentaba acabar con ella, era el alma de Jesús, sus ojos brillaban con una fuerte intensidad, la más fuerte de todas y la más decidida a destrozar a la doctora, su voz sonó entre todos. —tu poder no es nada comparado con el nuestro---grito el alma de Jesús —has desatado una fuerza que no puedes parar y ahora se volverá en tu contra, ja, ja, ja---resonó las palabras del espíritu La doctora temblaba ante las amenazas del alma de Jesús, pero no podía ceder o acabaría muerta. Con todas sus fuerzas la doctora ataco enfurecidamente el espectro de Jesús, el golpe que recibió fue de tal magnitud que un destello de luz ilumino la sala, las almas que estaban todavía en ella se dispersaron volviendo a las tinieblas de donde no tenían que haber salido. Cuando la luz desapareció, la sala de la clínica dental quedo en silencio, la doctora Maria estaba exhausta en el suelo pero viva. Se incorporó poco a poco apoyándose en una de las paredes, estaba sola, pero ella ya sabia que la lucha estaba lejos de haber acabado.

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