Hoy estamos frente al televisor, asustados y enfadados por la pérdida de más de 200 personas (un número que tristemente sigue en aumento). Eran personas como cualquiera de nosotros, sin distinción de clases sociales, que han sido arrancadas de nuestras vidas por la tragedia que han traído las lluvias.
Nos duele profundamente, porque estas pérdidas no son solo obra de la naturaleza; son también resultado de la desidia política, desde la derecha hasta la izquierda, pasando por el centro. Son la consecuencia del abandono de quienes debían protegernos, pero hoy solo buscan excusas para lavarse las manos y desentenderse (nunca mejor dicho) de los muertos.
Mientras nuestras calles permanecen llenas de lodo y ruinas, los políticos, cómodos en sus oficinas (sí, todos ellos), se desentienden. Esto sucedió en Valencia, pero podría haber ocurrido en cualquier otra región: Cataluña, Andalucía, Aragón, Navarra… Podría seguir hasta nombrar todas las comunidades autónomas, e incluso Ceuta y Melilla.
Los políticos nos dejan solos en nuestro sufrimiento, y el dolor se acentúa cuando nos damos cuenta de que, para ellos, solo somos una estadística o, de vez en cuando, un voto. Juegan con el tiempo, confiando en que todo se olvidará.
Sin embargo, entre tanto dolor, hay un rayo de esperanza: la solidaridad de las personas de otras ciudades y pueblos. Mientras las instituciones miran hacia otro lado, han sido los ciudadanos comunes quienes han enviado agua, alimentos y apoyo económico a través de asociaciones locales y nacionales. Son ellos, no los políticos, quienes han demostrado que la compasión y la empatía están por encima de la burocracia y de la indiferencia de la clase política.
Este apoyo demuestra que aún existe una humanidad dispuesta a ayudar al prójimo. Sin embargo, debemos alzar la voz y decir alto y claro que esto no debería recaer sobre los hombros del pueblo; esta es responsabilidad de quienes nos gobiernan. No estamos pidiendo caridad, estamos exigiendo justicia.
Justicia para quienes fallecieron y para quienes lo han perdido todo. Es indignante que, mientras la solidaridad del pueblo se organiza, quienes debieron haber actuado antes ahora se limitan a lanzarse acusaciones, sin preocuparse de lo que realmente está sucediendo.
Hubo advertencias de que esto podía ocurrir, pero fueron ignoradas, y mientras tanto, no se hizo nada para evitar que nuestros pueblos y ciudades quedaran expuestos a la furia del agua.
La incompetencia y la indiferencia son inaceptables. Ya no bastan las palabras de consuelo ni las visitas rápidas de políticos buscando una cámara o una foto. Esta tragedia no puede volver a repetirse; la vida y los hogares de los ciudadanos deben estar protegidos. No queremos que esto pase nunca más. Necesitamos que, desde el lugar de poder, alguien golpee la mesa y diga “¡Basta!”
A la gente que ha perdido a un ser querido o que ha visto su casa destruida, le digo que no está sola. Que el grito del pueblo resuene hasta que quienes tienen el poder de cambiar las cosas actúen.
TODOS CON VALENCIA
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