Continuamos con mi paso por Sala Mozart, mientras trabajaba aquí también hacia pluriempleo, uno de los locales donde trabaje fue en Music Dor, este local estaba justo debajo de la cafetería Bon Lloc, en la calle Juvara, era un local especial para parejas en verano los extranjeros apreciaban mucho la belleza del local y la buena música que sonaba, muchas veces en directo Pep Xena, en la época estival también se organizaban algunas fiestas, los camareros durante un tiempo fuimos mi amigo Rafa y yo después se unió su hermano Jose, a pesar de que trabajábamos mucho, nos divertiamos, el encargado del local era Enric una gran persona y un gran fantasioso, su pareja en aquellos tiempos creo que era danesa u holandesa no recuerdo (la edad no perdona) era muy celosa una noche se fue la luz al principio pensábamos que sería un pequeño momento, luego se fue alargando, Enric nos avisó.
—voy a dar una vuelta a ver si toda Calella está igual— —vale, no te preocupes si viene la luz, seguimos la sesión— serian las once cuando se marchó llego pasadas las tres de la mañana. —hostias, ya sé qué ha pasado con la luz— —que ha pasado preguntamos— —una lancha de contrabandistas intentaban descargar muchos paquetes en el faro, llego una lancha patrullera de la guardia civil, los contrabandistas dispararon al foco de la policía, quedando todo a oscuras, la policía tendió un cable y lo engancho a la red eléctrica de Calella, provocando un gran cortocircuito que reventó varios transformadores por eso estamos sin luz— os juro que le contó eso a su pareja sin reírse, completamente serio, ella se lo creyó a medias, hasta que llego a casa y al acostarse cogió los pantalones de él para ponerlos en la lavadora, registro los bolsillos y encontró un recibo de un hotel de aquella noche para dos personas. El espectáculo fue al día siguiente durante el servicio, ella tenía el cuchillo de cortar el limón en la mano y cuando se acercaba se lo enseñaba y le decía. —como entres en la barra te corto los…— fue una noche divertida viendo como Enric no se podía ni acercar a la barra, uno de los camareros hablo con ella. —no te das cuenta de que el cómo sabe que eres celosa lo ha hecho para provocarte— —no, seguro que se fue con una lagarta— —que no, ese recibo lo encontré yo en un cenicero y él me lo pidió, de verdad— ella salió de la barra dirigiéndose a Enric, no llevaba el cuchillo en la mano por suerte, cuanto estaba a menos de dos metros salió corriendo hacia él, le dio un abrazo de oso y un montón de besos. —porque me haces eso, si sabes que soy celosa— él no sabía a qué venía tal demostración de afecto. —es que no me escuchas nunca— cuando le expliquemos lo que le contemos dijo que nos subiría el sueldo ese mes. Muchas veces cuando el trabajo estaba flojo se marchaba a hacer una ronda por las discotecas a ver si era en todas partes o solo nosotros, los demás dueños de locales también lo hacían en mitad de la sesión, venían con la escusa de tomar algo a ver como teníamos el ambiente. Hablaré un poco de los clientes emblemáticos de la Sala Mozart. El primero, Agustín Dausa, un “catra”la gente de Calella ya saben lo que significa esta palabra, también un bohemio soñador y una persona muy inteligente, era habitual verlo en la cafetería en una de sus mesas con unos cuantos palillos y un tintero de tinta china, realizando dibujos, si, solo una hoja de papel un tintero y palillos era suficiente para realizar obras de arte. Hablaba, creo que eran siete idiomas, estaba aprendiendo chino y japonés, se pasaba horas pintando letras de sus alfabetos, tocaba la guitarra, fue maestro de catalán, estos trabajos solo los ejecutaba cuando necesitaba algo de dinero, a la que tenía dinero volvía a la vida bohemia. Solía beber vino tinto caliente, a continuación contaré una de las anécdotas más divertidas. Una noche pasadas las 8 entra Agustín con una guitarra y una gran caja de un congelador o nevera, me pide un cuchillo, hace un recorte como una ventana por delante y un pequeño agujero en el lateral donde coloca una bolsa, acto seguido se introduce el y la guitarra en la caja, enganchando una hoja con muchos títulos de canciones, si querías escuchar un tema, solo tenías que poner unas monedas por el agujero, depende de las monedas la canción duraba más o menos, él tocaba la melodía en su guitarra, la noche se fue alargando y todos los presentes pasaban por la caja para pedir un tema, después de un par de horas o más, salió Agustín de la caja, dejo la guitarra junto a una silla, se dirigió a mí y me dijo. —toma este dinero, invita a todos los que están aquí, cuando se acabe el dinero, se acaba la fiesta— el dinero llego para casi todos tomar algo (es el valor que él le daba al dinero). Unos cuanto años después, Agustín falleció como él quiso, mirando al mar una mañana de verano mientras amanecía sentado en la arena.
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