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BLACK FRIDAY
Como dice la letra de la canción de la trinca “el momento ya llego, hoy es el día”Sí, hoy es Black-Friday. Quiero contar mi experiencia en este día, donde todo es tan barato. Normalmente, no soy del agrado de ir de compras, es algo que no me gusta de siempre, la mujer me pidió que la acompañara a un centro comercial de Mataró, el cual seguro que ya conocéis. Dentro de este centro comercial se encuentran multitud de tiendas, en las cuales los precios están superrebajados (según ellos). Nuestro destino era una tienda de en la cual venden productos de Amancio ortega, el nombre empieza por z y acaba por a, aquí en este lugar sucedió todo. En este día las mujeres (hablo de mujeres porque es lo que había en esa tienda, no se me enfade nadie) se convierten en cazadoras feroces, listas para atacar cualquier prenda con un supuesto descuento, se despiertan temprano con los ojos brillantes y las tarjetas de crédito afiladas como un punzón dispuesto a clavarse en el hielo. Su modus operandi es, agruparse en manadas, abalanzándose sobre las tiendas, peleando como lobas por la última prenda que queda de su talla, sus exclamaciones de emoción se escuchan a bastante distancia, es un espectáculo digno de ver. Ese día se levantan con una energía sobrehumana, y un radar especial para detectar los descuentos, los probadores se convierten en campos de batalla, donde todas buscan la talla de ese vestido tan deseado, las filas interminables para pasar por caja son como un rito de iniciación para demostrar su aguante, cuando normalmente salen triunfadoras del lugar, con las bolsas cargadas de montones de ropa, su sonrisa es tan resplandeciente que podían iluminar todo el centro comercial, es un día magnífico para ellas. En medio de la búsqueda de esa ganga, se desatan batallas épicas entre ellas, se lanzan miradas venenosas, cuando tienen a la vista el último vestido de su talla, en manos de otra mujer. Utilizan técnicas de guerrilla urbana para arrebatar de las manos esa prenda tan necesaria, mientras suavemente comentan —Perdona cariño, eso es mío— Es digno de admirar el intercambio de palabras amables mientras empujan sutilmente para ser la primera en llegar a su trofeo. Me acerco distraídamente a un rincón de la tienda donde cara a cara se encuentran dos mujeres con el último par de zapatos de su número (casualidades de la vida, las dos gastaban el mismo número) cada una con un zapato en la mano probándoselo, las dos se lo querían quedar, pero ninguna de las dos quería darle el zapato a la otra, la solución salomónica la puso una dependienta. —llamo a otra tienda y si esta, en menos de dos horas, están aquí— Se marcharon las tres a una parte de la tienda y al final no sé cómo acabo el asunto, lo único que pude ver es que las dos tenían su zapato y no estaban dispuestas a soltarlo. Otra parte de la historia es los acompañantes. Estaba un poco agobiado de estar dentro de la tienda y decidí salir unos minutos, antes de salir pude ver como algunos hombres se convertían en fieles acompañantes, ofreciendo consejos y llevando bolsas sin quejarse (se están ganando el cielo), otros están de observadores, buscan un rincón desde donde ver sin ser vistos, están los otros, esos son los que salimos fuera y viendo los sillones de relax vacíos, nos sentamos para recuperar energías, (creo que lo más demandado por los hombres son estos sillones). Un hombre que no se supo despistar, se encontró el problema, ella estaba emocionada con cada nueva prenda que encontraba de su supuesta talla, mientras él (como tantos otros) se siente muy agobiado. Empieza una discusión en voz baja (alguna frase un poco más alta). —Quiero probarme estos tres vestidos— —ya tienes demasiadas cosas, no te parece— —nunca son demasiadas— —claro, vamos a comprar más ropa, para un armario que ya no tiene espacio—replica él —hombre, ya hablo el experto en moda— Preferí alejarme de la tensión, aunque después los vi en una de las cafeterías echando unas risas sobre lo sucedido. Cuando una mujer ve a otra con su mismo vestido, los comentarios pueden variar, algunas pueden sentir envidia y no disimularlo. —normal que le quede mejor, está operada hasta de los juanetes— Mientras estaba sentado en los famosos asientos, pude escuchar que un marido llamaba a su esposa que estaba dentro de la tienda. —cariño te queda mucho o crees que antes saldrá el iPhone 20, que tú de la tienda— Observando pude ver como dos chicos miraban y enredaban en la ropa con tanto ímpetu como ellas, mientras el vigilante comentaba por el walki. —hay dos chicos que están muy interesados en la ropa, no les quitaré ojo, estar atentos por si necesito ayuda--- Eso me dio a entender que pocos hombres entran para comprar ropa para sus parejas. Un grupo de tres chicas buscan entre todas las estanterías, mientras una de ellas con cara de pena no podía disimular su envidia por no poderse comprar esa ropa. —¿el problema?— Estaba embarazada de bastantes meses. En medio de la cola para pagar, una mujer empieza a sentirse mal, tiene todos los síntomas de ser un ataque de ansiedad, después de más de una hora esperando está a punto de llegar a la caja, se da cuenta de que le falta una blusa, que le había encantado. La presión y la frustración se hacen patente en las lágrimas que empiezan a brotar de sus ojos, tiene una duda, si se marcha a buscar la blusa, tendrá que hacer nuevamente la cola, lo comenta en voz alta (aunque estaba sola) las demás en la fila se sienten solidarias y le permiten ir a buscarla y volver a ponerse en su sitio. En ningún momento es una crítica a nadie, al contrario, es una visión diferente de un día de consumismo que nos trajeron los americanos.
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